Ahora, tras el descubrimiento de que un tercio de los parlamentarios italianos habían consumido recientemente cocaína y hachís, algunos han invocado el derecho a la intimidad de unos políticos que, en un ejercicio de suprema hipocresía, votaron hace nada una ley que endurecía considerablemente las penas por drogas, incluso por mero consumo. O todos tenemos derecho a la intimidad o no lo tiene nadie, y los políticos que promulgan leyes que no están dispuestos a cumplir, menos aún. Que se sometan a controles por sorpresa, como se ven obligados a hacer miles de ciudadanos, o que empiecen a legislar de otra forma, que si no la impresión de tomadura de pelo que ya de por sí tiene la política se vuelve insoportable en este caso.
Por cierto que esta historia me ha recordado a un escándalo anterior, también en Italia, donde estaba implicado todo cristo, hasta un ex primer ministro y senador que consumía cocaína 'por motivos terapéuticos'. Supongo que el caso -cuya repercusión fue mínima fuera de Italia- ya ha sido enterrado y olvidado:
«Un gran escándalo de drogas y sexo que recuerda la Roma felliniana de La Dolce Vita estalló ayer con 19 arrestos y 35 allanamientos por tráfico de cocaína e incitación a la prostitución en la llamada 'Operación Cleopatra'.Más que a La Dolce Vita, estas noticias nos remiten a la granja de Orwell, donde todos los animales eran iguales pero unos eran más iguales que otros.
Una larga fila de personajes 'por encima de toda sospecha' están acusados o involucrados, entre ellos el ex primer ministro, ex canciller, ex ministro de Economía, ex presidente del Parlamento Europeo y actual senador vitalicio Emilio Colombo, de 83 años, el subsecretario de Actividades Productivas del actual gobierno de centroderecha Giuseppe Galati, el consejero provincial del oficialista partido Alianza Nacional Bruno Petrella, algún otro político y famosos del mundo del espectáculo, como la actriz Serena Grandi y la modelo de origen ucraniano Ludmilla Derkach.»
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