27 julio 2002

Drogografía infantil

Es algo sabido que la prohibición triunfa más cuanto más fracasa. Nada más lejos de la mente de los prohibidores que erradicar el uso de drogas ilegales de la faz de la tierra. El negocio debe continuar a toda costa, que no en vano inyecta en las economias del G-7 la abultada cantidad de 500.000.000.000 de dólares -lo pongo en números para no dar lugar a confusiones entre el billón norteamericano y el europeo-, y la cada vez más nutrida casta de narcoburócratas que chupan del erario público perdería su razón de ser, y con ella, sus viajes, sus congresos, sus dietas y sus privilegios.

El último triunfo de la prohibición es el increíble uso de drogas entre la infancia y la juventud británicas. No estamos hablando de las ridículas cifras de consumo adolescente que se dan en España, y que obligan a los diseñadores de las campañas de propaganda a disfrazar a los jóvenes de bebés, con sus pañales y todo, para provocar alguna reacción en una población cada día más harta de esta farsa. Lo de Inglaterra -en el supuesto de que las cifras fueran ciertas- es bastante serio. Un 6% de los niños de 11 años ha tomado alguna droga ilegal a lo largo del pasado año. A medida que aumentamos la edad, los consumos se multiplican -9% a los 12 años, 19% a los 13, 27% a los 14, y 39% a los 15. En cuanto a las drogas más populares entre los escolares británicos, el cannabis es el favorito en la franja de edad entre los 11 y los 15 años, con un 13%. Le siguen el pegamento y los disolventes (7%), los estimulantes como el éxtasis, cocaína y popper (6%), los psiquedélicos como el LSD o los hongos -tan populares en nuestro país últimamente gracias a José Cabrera- y la heroína (1%). A la vista de estos resultados, los planes en marcha, que preven reducir el consumo de drogas entre menores un 25% para el 2005 y un 50% para el 2008, no parecen muy realistas.

Por supuesto que nadie relacionará esto con la dureza de las leyes antinarcóticos inglesas -las más draconianas de la UE-, ni con la cualidad criminógena de estas leyes o el desprecio social hacia la ley que generan, ni se compararán estos consumos infantiles con los holandeses (mucho más reducidos a pesar de la tolerancia de aquél país). Será mejor echar la culpa a los activistas favorables a una normalización de las drogas (siempre acusados de generar un clima de "permisividad" que las leyes se encargan de desmentir tozudamente), a las políticas de reducción de daños y a esas otras que, en treinta años de prohibición, nuestros cuidadores evitan poner en práctica a toda costa cuando es lo último que queda por ensayar. Los moralistas han estado amenazándonos durante años con plagas de consumo juvenil generalizado. Si esta profecía ha llegado a cumplirse -al menos en el Reino Unido-, es como resultado de la prohibición, no a pesar de ella. Esos consumidores infantiles han estado sometidos a los mensajes antidroga durante toda su vida, y los aumentos en el consumo son la mejor prueba de que la propaganda no funciona.

De ahí, quizás, que se haya dado casi simultáneamente la noticia de que el experimento de Lambeth ha llegado a un abrupto fin por decisión de la Policía Metropolitana de Londres. A partir de la semana que viene, los que sean sorprendidos fumando cannabis en el barrio londinense podrán ser arrestados. Tras la decepción causada por la tímida reclasificación del cannabis, este es un duro golpe para el activismo británico, pero las esperanzas suscitadas y el debate generado allí durante el último año no serán en vano. Pronto veremos florecer los cannabis cafés y los coffes shops por toda Europa, no sólo en el Reino Unido.

En The Guardian:
UK: Child Drug Use 'Underestimated'
Met To End Lambeth Cannabis Scheme

Foro sobre la campaña "En pañales" en El PAIS

18 julio 2002

El Wall Street Journal y Holanda

Dice el WSJ que Holanda está dando marcha atras en su política de tolerancia hacia el cannabis. Bien es verdad que Balkenende y los cristianodemócratas que lidera -parte de la coalición que ganó las recientes elecciones- se han mostrado muy críticos con la política de coffee shops, a pesar de lo bien que ha venido funcionando -el consumo de cannabis entre la juventud holandesa, tanto puntual como continuado, es algo menor que la mitad del estadounidense-, pero también hay que hacer notar que el fallecido Pym Fortuyn era un fumador de cannabis confeso, y que no albergaba la menor reserva hacia el sistema holandés -algo que compartía con varios de los miembros de su partido. Por otra parte, además de mentir descaradamente en cuanto a supuestos aumentos de la criminalidad en Holanda y Suiza tras adoptar políticas de tolerancia, el WSJ olvida que la competencia sobre los coffee shops es local. Son los alcaldes quienes deciden si quieren o no uno o muchos de estos establecimientos en su término municipal, y el alcalde de Amsterdam ya ha dicho que no piensa renunciar a esta competencia.

Es curioso que los estadounidenses -antiguamente tan celosos de sus libertades- piensen que todo el mundo debe marchar al son que toca la ONU -títere del Departamento de Estado de EEUU- en cuanto a políticas sobre drogas. Más aún cuando esta nación se ha venido negando reiteradamente a suscribir acuerdos internacionales tan importantes como el de Kioto o el del TPI y que cada día que pasa muestra un comportamiento más cercano al de esos "Rogue States" -estados gamberros- que amenaza con invadir. Pues eso, que el Wall Street Journal debería decir a sus corresponsales en Amsterdam que no fumen tanta skunk, que luego escriben unos artículos que da pena leerlos.

Lo del WSJ:
Going To Pot

Un antiguo artículo de The Sunday Times:
Holland's Harry Potter aims to magic away drug cafes



12 julio 2002

Despenalización en Gran Bretaña: ¿Una oportunidad perdida?

Amarga frustración: así se podría resumir la respuesta del movimiento cannábico británico a la esperada reclasificación del cannabis y sus derivados por parte del gobierno laborista, anunciada ayer por el ministro del Interior, David Blunkett.

Y es que Blunkett y Blair parecen haberse asustado a última hora ante la campaña montada desde el prohibicionismo más rancio, que ha echado mano de la clásica receta sensacionalista ("¡niños de 11 años fumando marihuana!", "¡camellos vendiendo crack a plena luz del día!"), como si una venda mágica les hubiera impedido ver todo eso hasta hace un año. Por cierto, que hace un año precisamente que los Tories lanzaban algunos globos sonda a través de Peter Lilley en pro de la legalización del cannabis. Durante la polemica se ha echado en falta la voz de Lilley y otros Tories favorables a cambios legislativos similares -e incluso más avanzados- a los propuestos por Blunkett, quien parece haber olvidado que todas las encuestas dan un apoyo abrumador (4 de cada 5) de los británicos a una despenalización del cannabis. Afortunadamente, Lilley ha salido finalmente a la palestra para defender otra política sobre el cannabis bastante más realista que la anunciada reforma.

Hash on the high street

Demasiadas cosas inclinan la balanza hacia el lado negativo.

- La reclasificación tendrá que esperar un año -hasta julio del 2003- para entrar en vigor en todo el país. La mayoría de los medios españoles han obviado este hecho. El experimento de Lambeth se extenderá a otros barrios de Londres tras sufrir algunos cambios, pero se deja a la discrecionalidad de los otros jefes de policía del país el ir aplicando o no la nueva medida a lo largo del año. Dadas las grandes diferencias de opinión existentes entre los diversos comisarios de policía sobre el cannabis, se darán extrañas situaciones, con unos distritos despenalizados junto a otros de la línea dura.

- La despenalización del consumo irá acompañada por una insólita muestra de dureza hacia el tráfico: nada menos que 14 años de cárcel caerán sobre los condenados frente a los 5 a los que se arriesgan ahora; es de temer que la medida no contribuirá a vaciar las cárceles británicas, las de más "éxito" de Europa (España va inmediatamente después en porcentaje de población reclusa). No se contempla ninguna medida -como la adquisición compartida para consumo solidario- que mitigue la severidad de estas penas, que sin duda serán aplicadas a los "sospechosos habituales" (minorías, jóvenes, marginados) y dejarán en paz a los mafiosos, que para eso pagan su protección y su impunidad.

- Se deja la puerta abierta a detenciones por consumo/tenencia al arbitrio de la policía, sin que se haya determinado en qué circunstancias se podrán llevar a cabo. Por otra parte, la posesión de drogas de la clase "C" todavía está castigada con dos años de cárcel, aunque nunca se aplique esta pena. Es un resto importante de inseguridad jurídica.

- La nueva ley no hace sino adaptarse a lo que ya se venía practicando desde hace mucho tiempo. Las condenas a prisión (de hasta cinco años) e incluso los arrestos por tenencia o consumo de cannabis eran ya insólitos. Sin embargo, el acceso al cannabis sigue siendo ilegal, con lo que el mercado negro queda intacto. Ni siquiera se ha optado por abrir la mano en cuanto al autocultivo, y el tema de los coffee-shops parece cada vez más lejano (y con Colin Davies de regreso a la cárcel, aún más).

- En el camino ha caído la reclasificación del Éxtasis a la categoría "B", recomendada por un alto comité parlamentario (El Home Affairs Select Committee) y por la prestigiosa Police Foundation. Blunkett ha sacrificado este peón para poder hacer avanzar a su reina -si se me permite el símil un tanto hortera.

- También han caído los chutódromos (o, en la terminología drogabusóloga, "salas de venopunción"), pero se abre la puerta al suministro controlado de heroína, rebautizada como "diamorfina" para no herir susceptibilidades. Estamos en el reino del eufemismo, señores.

¿En qué ha quedado todo esto, pues? ¿En un shakespeariano "mucho ruido y pocas nueces"? Lo poco rescatable de la reforma es que reduce la posibilidad de penas de cárcel y de ser detenido por fumar marihuana. En el terreno de las multas, se habla de ello, pero no se han concretado cantidades. De haberlas, sin duda serán muy inferiores a los 300€ que supone ser "corcuerizado", con lo que los británicos estarían mejor que los españoles en este aspecto. Si esta tímida reforma tiene alguna trascendencia, vendría por ser el mayor cambio legislativo en materia de drogas de los últimos veinte años, algo importante en el país con las leyes antidroga más duras de Europa (¿Más que en Francia o que en Suecia?: eso dicen).

También hay que destacar que el movimiento cannábico de las Islas no se va a quedar parado y se hará escuchar, aprovechando la brecha abierta por el intenso debate que ha tenido lugar entre la opinión pública de aquél país desde hace más de un año. El cannabis y las iniciativas despenalizadoras han entrado en la arena política, y no será fácil sacarlos de ahí. El genio ha salido de la botella, y no se va a dejar meter de nuevo así como así.

Información extraída de UKCIA
http://www.ukcia.org

Reacción de Legalize Cannabis Alliance
http://www.ukcia.org/library/selectcommittee/lcapr100702.htm

Más en el artículo de Andria Mordaunt para el boletín de ENCOD de junio (en castellano)
http://www.encod.org/dyd-33.htm

La crónica de José Manuel Costa en el ABC
http://www.liberadamaria.org/modules.php?name=News&file=article&sid=567