03 junio 2003

Inocencio X, por VelazquezLa Iglesia Prohibicionista

La idea de que la política antidroga está basada en la protección de la salud pública está bastante extendida. Incluso entre los antiprohibicionistas se suele caer en este error garrafal a causa de la tendencia a proyectar en el pasado la mentalidad del presente. Cualquiera que haya profundizado un mínimo en la historia de la prohibición sabe que esto es insostenible, y que la moral puritana de un grupo de fanáticos fue el verdadero motor de las primeras leyes restrictivas sobre estupefacientes.

Peter Cohen parte de esta realidad en otro de sus imprescindibles artículos, para ofrecer algunas alternativas al diálogo de sordos en el que se ha convertido la causa reformista. La conclusión a la que llega es tajante: no hay diálogo posible con los guardianes de los tratados internacionales sobre drogas. El único trabajo que puede dar algunos frutos se circunscribe al ámbito local, y no hay que pedir la reforma de los tratados, sino su revocación. Sólo así será posible que cada país aplique la política de drogas que estime más conveniente.

La Iglesia de la Prohibición y la aventura reformista

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