13 diciembre 2001

Marihuana y evidencia científica: Modo de empleo

Para daño cerebral, el de la propaganda antimarihuanaCasi todos los días vemos en los periódicos o en la tele alguna noticia "científica" sobre el cannabis. Su relación con el cáncer, la depresión, la piorrea o la halitosis -casi siempre algo chungo- ha sido demostrada, nos dicen en el titular. Cuando uno lee la letra pequeña, se encuentra con que la afirmación categórica del titular se transforma en algo distinto. Abundan los "podría producir", "aún no se ha demostrado" y, en fin, todo tipo de matices que acaban conviertiendo al que tituló la noticia en un puto charlatán y un mentiroso.

El periodismo "serio" abunda en este tipo de manipulación, no sólo cuando se habla de drogas, sino al tratar de otros temas. El lector un poco espabilado no tarda en darse cuenta de que, por alguna razón, la evidencia científica sobre el cannabis es tremendamente mudable, no sólo de un día para otro sino, como hemos visto, incluso dentro del mismo artículo. ¿Cómo dilucidar si el cannabis puede usarse provechosamente como medicina? ¿Cómo saber si sus riesgos son reales o se exageran a propósito por razones espurias? Vamos a intentar arrojar un poco de luz sobre el tema inspirados por un comentario enviado por Fom a una noticia de cannabisnews.

Así es como ha venido funcionando el proceso de adquisición y utilización de la evidencia científica con respeto a la marihuana hasta la fecha:

1.- Se van acumulando datos contradictorios a partir de usos anecdóticos, campañas políticas, investigación médica -el 85% de la investigación sobre drogas proviene del NIDA norteamericano-, histeria mediática y leyendas urbanas, entre otras muchas fuentes.

2.- Alguien decide que ya va siendo hora de recopilar todo el conocimiento sobre el cannabis y de elaborar con él un gran informe en el que quede claro de una vez por todas si la marihuana hace esto o hace lo otro.

3.- Se crea una comisión gubernamental o parlamentaria formada por expertos independientes que revisan toda la información acumulada para que decidan sobre todas y cada una de las afirmaciones que se hacen sobre los supuestos beneficios y los perjuicios del cannabis (que si causa o alivia el cáncer, que si es la puerta de entrada a esta u otra droga, que si provoca cambios hormonales, etc.). Indefectiblemente -hasta la fecha siempre ha sido así-, la comisión gubernamental de turno desmiente la mayoría de las afirmaciones sobre supuestos riesgos para la salud, reconoce algunos posibles usos médicos y recomienda algún tipo de liberalización, despenalización o cambio legislativo respecto al cannabis.

4.- El informe desata una oleada de protestas entre los prohibicionistas -o entre los funcionarios que viven del cuento este de "la Droga"-, que se apresuran a convocar a los medios de comunicación para aportar los resultados de "nuevos" estudios o casos anecdóticos que "prueban" los terribles males que causa la marihuana.

5. El gobierno que ha encargado el informe lo entierra discretamente, llegando a olvidarse de sus existencia, y la vida continúa como si nada hubiera pasado. Todas las recomendaciones y conclusiones del informe elaborado por expertos independientes son pasadas por alto.

6. Repítase el proceso cuantas veces sea políticamente necesario o conveniente.

Esto ha sido así siempre, y muy especialmente en EEUU, donde cabría destacar el Informe LaGuardia (1944), el de la National Comission on Marihuana and Drug Abuse (1973) , el de la comisión Siler referente al uso lúdico por parte de los soldados norteamericanos destinados en el Canal de Panamá (1930) o el más reciente del IOM (Institute Of Medicine, 1999), con el que Clinton rompió con la táctica reaganiana de no admitir más informes multidisciplinares -ya que la Ciencia se venía negando con obstinación a ratificar los postulados prohibicionistas.

Todos estos estudios y algunos más están a disposición del que quiera revisarlos en la Schaffer Library , y quien se tome la pequeña molestia de consultarlos -aunque sólo sean sus conclusiones- podrá hacerse una idea, lejos de la confusión que propagan los medios de comunicación de masas, de cuál es exactamente el estado del conocimiento científico sobre el cannabis.

Invito muy especialmente a los periodistas de mi país, tan proclives a tragarse las patrañas del prohibicionismo como Linda Lovelace a hacer lo propio con las pollas de sus partenaires, a que se den una vuelta por la Schaffer Library por si pudiera servirles de algo de cara a la mejora de su labor profesional.