21 enero 2011

Whoonga, el nuevo Jenkem

El Mundo y otros periódicos se han hecho eco de la aparición del whoonga, "nueva" droga dañina, adictiva hasta decir basta, mortal de necesidad, etc. que estaría causando estragos en Sudáfrica. En realidad, es imposible saber qué cojones es el whoonga de marras, como no sea una mezcla absurda de drogas ciertamente psicoactivas, como la marihuana o la heroína, y un antirretroviral llamado Efavirenz,que se machacaría para fumarlo mezclado con sustancias citadas. En Dose Nation, un enfermo en tratamiento con este fármaco dice que sí es psicoactivo, pero que sus efectos no son en absoluto agradables ("I usually describe it as "the opposite of ecstasy - misery". It seems more like a deleriant than anything"), así que muy adictivo no parece. Todo indica que nos encontramos ante una leyenda urbana que ha dado lugar a una profecía autocumplida, es decir, que la publicación irresponsable de la noticia estaría contribuyendo a la propagación de una práctica tan idiota como dañina, especialmente para los enfermos que sí necesitan estos antirretrovirales y que, al parecer, estarían siendo asaltados por los creyentes en el meme. Una vez más, el alarmismo congénito que acompaña a las noticias sobre drogas impìde el análisis racional de unos hechos que, se mire por donde se mire, invitan al escepticismo.

Otros casos de "nuevas" drogas inventadas por el periodismo del miedo:
Jenkem: ¿Una leyenda urbana o una droga de verdad?
Strawberry Quick

17 enero 2011

Los beneficios de ilegalizar las drogas, José Antonio Martín Pallín


A ver si aprenden sus colegas Garzón o Pérez Mariño cuáles son las verdaderas claves de esta cuestión, que no hay quien les saque de sus puerilidades, de sus desviaciones (¡los putos niños de los cojones!) y de sus topicazos de todo a cien.

«La ilegalización de las drogas no beneficia a los adictos a su consumo, a los que envuelve en un drama que les sume en un estado de marginación social y les convierte en casi seguros reos de delitos que un sistema, fracasado de forma clamorosa, les lleva a la doble condición de enfermos y delincuentes arrojándolos fuera del sistema de convivencia social, dificultando, salvo heroicas excepciones, cualquier posibilidad de curación e integración.

No beneficia a su entorno. Los daños y estragos no limitan sus efectos a los drogadictos. Se extienden a los familiares y amigos cercanos convirtiendo la convivencia en un verdadero infierno. El drama alcanza su punto culminante cuando la incapacidad para procurarse las dosis necesarias les lleva a extorsionar a las personas que les son más cercanas, exigiéndoles violentamente dinero para obtener una dosis.

No beneficia al Estado de derecho y a la estabilidad de los sistemas democráticos. Todos los encuentros internacionales que han abordado la compleja posibilidad de encontrar alternativas han coincidido en la necesidad de reaccionar ante el fracaso endémico del sistema penal. Después de más de 40 años de ensayos basados en el incremento de las penas y la rebaja de las garantías se ha constatado que el fiasco ha sido estrepitoso (...).

No beneficia al sistema penitenciario, que se ha visto superado por el aumento espectacular de reclusos condenados por trafico de drogas. Pocos jefes de grandes cárteles, algunos más de los escalones intermedios y numerosos distribuidores a escala media o menor que intensifican nuestra ya saturada población carcelaria. La droga forma parte de la vida penitenciaria, crea luchas por el poder, origina víctimas y llega a corromper a funcionarios relacionados con su entorno.»

Sgue en: Los beneficios de ilegalizar las drogas - Opinión - El Periódico